Por Alex Moure
“I
remember now. I remember how it started.
I
can’t remember yesterday.
I
just remember doing what they told me.”
“Ahora
recuerdo. Recuerdo cómo empezó.
No
logro acordarme de ayer.
Sólo
recuerdo hacer lo que me decían”
“I
remember now”
OPERATION MINDCRIME - QUEENSRYCHE (1988)
Abrió los ojos y no pudo ver
nada. Pero tenía frío y percibía un fuerte olor a humedad. No tenía ni la menor
idea de donde se encontraba y sentía una aguda punzada de dolor en la parte
posterior de su cabeza. Poco a
poco sus ojos fueron habituándose a la oscuridad, y como en una película
desenfocada la habitación comenzó a tomar forma ante él. A su derecha le pareció
distinguir unos depósitos, y las paredes de cemento estaban recorridas por lo
que parecía algún tipo de tubería. El suelo en el que se encontrada tirado era
también de cemento sin pulir. Sin duda era un cuarto de calderas. Tal vez algún
tipo de depósito de aguas. Podía sentir la humedad. Al incorporarse un fuerte latigazo le recorrió el
costado derecho, y su cabeza empezó a palpitar. Se mareó, y por un instante
pensó que no conseguiría sentarse contra la pared. Pero el mareo cesó casi de
inmediato. El dolor del costado persistía y supuso que debía tener fracturada
alguna costilla. Respiraba sin excesiva dificultad, aparentemente la costilla
no había perforado el pulmón. – Algo es algo – pensó para sí.
Ahora podía ver
casi con total claridad. El cuarto era pequeño y de cemento y tenia una caldera
muy grande y otra un poco más pequeña. En el suelo se veía lo que parecía un
compresor y a excepción de las tuberías que recorrían la pared, no había nada más
en aquel oscuro cuarto. El compresor se puso repentinamente en marcha, con un
estruendo que le sobresaltó, y fue seguido por el sonido del agua discurriendo
por las tuberías. Ya no tenia ninguna duda acerca de la utilidad del lugar
donde se hallaba. Pero lo que no conseguía averiguar por más que se esforzara
era cómo había llegado hasta allí... ni por qué.
Forzó a su mente a
recordar, pero sus recuerdos resultaban demasiado borrosos, e incluso
incompletos. La imágenes se sucedían a gran velocidad en su cabeza, pero no podía
trazar una línea de unión entre ellas. Con el esfuerzo, la cabeza comenzó a
dolerle de verdad, se palpó allí donde sentía la punzada. Tenía el pelo mojado
en esa zona y lo que parecía una herida a su tacto. No era demasiado grande,
pero estaba casi seguro de que la sustancia viscosa que había tocado era
sangre. Su sangre.
Decidió recostarse
contra la pared y relajarse un poco. A su izquierda en la pared, vio la única
puerta de esa oscura habitación. Tras un momento de duda, decidió intentar
levantarse y comprobar si la puerta estaba abierta. – Quién sabe – pensó, a lo
mejor con un poco se suerte...- Se levantó despacio, no quería marearse de
nuevo. Sus costillas volvieron a advertirle que estaban allí, aunque llegó sin
demasiado esfuerzo hasta la puerta, puso su mano en la manivela, respiro hondo
y tiró de ella. La puerta no se
movió. – Era evidente – se dijo y volvió a sentarse donde estaba.
- ¡¡ Joder, joder ¡! ¿ Cómo carajo he llegado hasta aquí ? –
La cabeza iba a estallarle, pero no conseguía recomponer sus recuerdos.
Sólo pequeños
flashes, como destellos , se sucedían en su mente a una endiablada velocidad.
Extrañas imágenes que su cerebro era incapaz de ordenar o conectar. Ni siquiera
conseguía recordar quién era o a qué se dedicaba. ¿ Era posible que la conmoción
provocada por el golpe le hubiera producido una amnesia tan profunda?
Evidentemente tenía una herida en la cabeza, pero no le parecía tan grave.
Se sentía aturdido
, mareado y agotado. Era tremendamente frustrante tratar de encontrar algo en
una mente vacía. No conseguía ver más allá . Era todo tan confuso....
En ese momento se
percató de que algo se movía en la pared de la derecha. Era una araña, no
demasiado grande, que avanzaba hacia la puerta, haciendo un constante zig-zag,
con admirable facilidad sorteaba las tuberías, primero por delante para
desaparecer después por la parte de atrás y aparecer de nuevo, tan sólo un
instante después. La cosa tenía su gracia. Allí estaba, herido y contusionado,
en un oscuro y húmedo cuarto de máquinas, con la única compañía visible de una
araña. No sabía cómo había acabado en aquél maldito lugar...pero lo que aún era
peor, no tenia ni idea de si iba a poder salir de allí.......
......y en ese
momento...la puerta se abrió.
La luz inundó el
pequeño cuarto. Tuvo que taparse los ojos con las manos para mitigar el dolor
que la luz producía en sus pupilas, habituadas a la oscuridad. Cuando las retiró
había dos tipos delante de él. Sin demasiado esfuerzo y sin ningún miramiento
por sus huesos le agarraron de las axilas y lo sacaron en volandas a través de
la puerta.
Sus ojos se resistían
a permanecer abiertos. El sol que se filtraba por los cristales le impedía ver
dónde se encontraba. Parpadeó
varias veces con fuerza. Vio columnas, grandes ventanales justo por debajo del
techo. Basura por el suelo. Tras unos interminables segundos sus ojos se
habituaron a la luz. Justo delante
de él había una silla. Los dos tipos lo tiraron en ella , le agarraron los
brazos y se los ataron a las patas traseras de la silla. Después se agacharon ,
le ataron los dos tobillos a las patas delanteras y se colocaron detrás de él.
Uno a cada lado.
Aprovechó para
echar un vistazo al lugar. Era una vulgar nave industrial de un tamaño
descomunal. Tendría más de doscientos metros de largo y al menos cincuenta de
ancho. El techo estaba a más de veinte metros de altura. La luz se filtraba a
raudales por los ventanales que se
abrían en la parte superior de las paredes. Tres hileras de columnas recorrían
toda la longitud de la nave creando cuatro pasillos.
Justo frente a él
había una mesa baja y detrás de ésta dos sillones de color vino. A excepción de
la surrealista recreación de un salón, la nave estaba vacía. Evidentemente había
sido abandonada largo tiempo atrás. A su izquierda, al fondo de la estancia vio
una estructura de cemento en la esquina izquierda, supuso que debía ser el
emplazamiento de las oficinas. Justo a la derecha del cubo de cemento se
encontraba la única puerta del lugar , además de la del cuarto de máquinas
donde había estado encerrado, aunque , aparentemente esta conducía al exterior.
Calculó la distancia que le separaba de la puerta. Al menos debía haber ciento
cincuenta metros , aunque tampoco es que pudiera salir pitando de allí en esos
precisos momentos.
¿Qué cojones
estaba pasando? ¿Qué coño hacía allí sentado? ¿De que iba el numerito del salón?
¡ Joder ¡ Le dolía la cabeza y el
pecho. Y la postura no ayudaba. Los gorilas seguían allí plantados sin abrir la
boca. Y él seguía sin tener ni puta idea de qué estaba pasando. Giró la cabeza
todo lo que pudo e increpó al gorila de su izquierda.
- ¿ Me vais a decir qué cojones hago aquí? ¿
Quiénes sois? ¿De qué va todo….? – No pudo completar la frase. El estallido de
dolor le recorrió la mejilla como un latigazo. La violencia del golpe casi le
tira de la silla. Mantuvo como pudo el equilibrio y escupió la sangre que
empezaba a acumularse en su boca. Miró al hijo de puta . Aún tenía la mano
cerrada . El puño americano brillaba sobre sus nudillos.
- Vamos caballeros. No hay por qué perder la
compostura. No es necesario el uso de tanta violencia.
Junto con la voz,
se materializó frente a él una figura.
Era un tipo alto y con aire distinguido. Vestía un buen traje , negro,
de corte clásico. Rondaba los cincuenta y se ayudaba de un bastón mientras se
dirigía hacia el sillón de la derecha. Su voz grave transmitía serenidad.
- Vamos Flaco. Estoy seguro de que nuestro
amigo colaborará – dijo el caballero mientras se sentaba – no creo que sea
necesario machacarle más. Cuando terminó de hablar hizo un prácticamente
imperceptible gesto con la cabeza. En esta ocasión el golpe le vino de la
izquierda. El puño impactó justo por debajo del ojo. Notó como se le abría la mejilla y esta vez el golpe lo tiró al suelo. La sangre brotaba de la carne
abierta empapándole la cara. Lo agarraron y lo sentaron en la silla de nuevo.
Notó como el ojo empezaba a hinchársele hasta que apenas podía mantener abierta
un pequeña rendija.
El distinguido
hijo de puta sonreía desde su sillón.
– Vamos Gordo – dijo – eso también iba para
ti. Si seguimos golpeándole no va a acordarse de nada.
– ¿El gordo y el flaco? ¡¡No me jodas!! - le
costaba hablar, el dolor de la cara era insoportable y su voz sonaba como un
susurro lastimero - ¿Qué clase de
puta broma es ésta? Y no te preocupes porque no me acuerdo absolutamente de
nada. ¡¡Joder!! ¡¡Ni siquiera recuerdo quién soy!!
– ¡Oh! ¿Vas a llorar? ¿Ahora vas a llorar? ¿
Después de lo que has hecho sin tan siquiera pestañear te me vas a derrumbar
ahora?
– ¿Lo qué he hecho? ¿De qué mierda estás
hablando? No recuerdo un mierda ¿vale…?
por favor dame algo para el dolor….me voy a desmayar…
– De verdad que lo siento “my friend”, pero
no puedo darte más drogas o verdaderamente acabarás por no recordar nada de
nada. Y eso, amigo mío, no nos interesa . Necesitamos que recuerdes. Que lo
recuerdes todo. En realidad, si ahora mismo eres incapaz de acordarte de lo que
has hecho es por las drogas que llevamos administrándote durante toda la
semana.
– ¿De qué coño me estás hablando? ¡¡joder
me duele como un demonio!! ¿qué drogas? ¿Quién eres?
– Quién soy no es importante. Sólo soy un
humilde peón. La gente a la que represento ,sin embargo, no lo son. Son gente
poderosa, la gente que controla tus designios y los míos. Los que deciden. ¿
Sus nombres? ¿ Crees acaso que eso
importa ahora? ¿Piensas que sabiendo quién te ha metido en esto vas a poder
salir de aquí? Lo único importante , aquí y ahora, amigo mío , es que
recuerdes.
Aquel tipo estaba
empezando a ponerle nervioso. Con sus exquisitos modales y su hablar pausado y
tranquilo. Y esa puñetera manía de llamarle amigo.
- Yo no soy tu amigo, cabrón. – le espetó .
Esperó un nuevo estallido de dolor ante su falta de tacto. En su lugar ,
alguien puso delante de él un vaso con agua y una cápsula de color azul.
- ¿No somos amigos? ¿ Estás completamente
seguro? ¿ Cómo puedes estarlo, si no eres capaz de recordar nada?
- No me jodas….si tuviera un amigo cómo tú,
estoy seguro de que lo recordaría aunque estuviera en el puto ataúd.
El honorable
caballero se limitó a mirarle y sonreír.
- Dadle la cápsula.
- ¡ Espera! ¿Qué me estáis dando? – el gorila
al que había llamado Gordo estaba intentando introducirle la dichosa pastilla
por la boca. Apretó los labios con toda la fuerza de la que fue capaz,
aguantando el tremendo dolor que le producía contraer las mandíbulas. Al mismo
tiempo movía la cabeza de un lado a otro, en un intento desesperado. No tenía
sentido. En menos de cinco segundos, el Flaco le había agarrado la cabeza,
colocando sus manazas a ambos lados de la cara. Presionando sobre el corte bajo
el ojo y sobre su jodida mandíbula izquierda. No tuvo más remedio que abrir la
boca para gritar , y en ese momento, el Gordo le introdujo la cápsula en la
boca y le echó el agua que contenía el vaso por toda la cara. El Flaco movió
entonces sus manos hasta colocarlas justo por debajo de la mandíbula cerrándole
la boca. La cápsula entró en su organismo sin que pudiera hacer nada por
evitarlo.
En cuanto el Flaco le soltó sintió un escalofrío. Oleadas de calor que
comenzaban en los pies y subían hasta la cabeza. Se estaba mareando. De nuevo
el escalofrío. La oleada de calor. Y después la calma. Una infinita paz. El
informe amasijo de carne que era su cara en esos momentos pareció relajarse. El
dolor había desparecido. Sus hinchados labios dibujaron una pequeña sonrisa.
Quería decir algo , pero su garganta no atinaba a construir las palabras. Por
fin, con gran y sin embargo feliz esfuerzo consiguió hablar.
- ¡Hey! ¿Qué eg egta miergda que me habéis
dao? – articulaba las palabras como un borracho, pero él no se daba cuenta –
Jiiiiiii….¡¡joer!! yo crgeo que voy un poco ciego…
- No te preocupes – contestó una voz que le
sonaba lejana, muy lejana – es sólo algo que te ayudará a recordar. Ya verás
como cuando despiertes lo verás todo con una nueva perspectiva.
- ¡Hey…genial ! – lo embargaba una extraña
euforia dadas las circunstancias, pero no podía evitarlo. Lo inundaba una
tremenda paz y todo le parecía perfecto…o casi – sólo egpero que la pegpectiva
sea mejor que égta….- y entonces lo abrazó la nada.
Cuando abrió los
ojos , la luz se filtraba de manera distinta por los ventanales, y poseía otra
intensidad. No tenía idea del tiempo que había estado inconsciente. Pero varias
horas seguro. Estaba mareado y sentía la cabeza embotada. Notó que la inflamación
del ojo había descendido considerablemente, y ya no sentía la mejilla pegajosa.
Aunque aún le dolía , era bastante soportable. Igual que la mandíbula. Notaba
un constante ronroneo en la zona. Pero nada que no pudiera aguantar.
No vio al Gordo ,
ni al Flaco, por ningún lado.
Se dio cuenta de
que le habían desatado las manos, pero no los tobillos. Y ahora tenía una
cuerda alrededor de la cintura que lo ataba al respaldo de la silla y lo mantenía
inmovilizado. Pero querían que tuviera las manos libres por alguna razón. No
tardaría en descubrir el motivo.
La mesa baja
estaba ahora mucho más cerca, y sobre ella había un sobre de color marrón. El
caballero distinguido estaba sentado en el sillón de su izquierda , haciendo
girar el bastón con sus dedos, mirándole. Fijamente.
- ¿Que tal te encuentras? ¿ Mejor? ¿Un poco
mareado quizás? No te preocupes, la sensación pasará en poco tiempo. ¿A qué te
duele menos? Te hemos limpiado y curado un poco la herida. No queremos que
pienses que somos unos animales.
- ¿Se supone que debo estarte agradecido…cómo
te llames?
- Mi nombre también carece de importancia.
Pero si quieres puedes llamarme Abel.
- Abel. Cojonudo. Pues gracias Abel. Gracias
por curarme la herida que vosotros mismos me habiáis infligido. De verdad . Te
lo agradezco un montón. Y ahora ¿vas a decirme de una puta vez que coño queréis
de mi?
- Vaya, veo que estás mucho mejor. Esos
estallidos de rabia concuerdan mejor con la versión que conozco de ti. De todos
modos, te aconsejaría que los mantuvieras bajo control. Igual que la hemos
cerrado, podemos volver a abrirla. La herida me refiero.
- ¿De qué hablas? ¿Qué versión de mi? ¡¡Yo no
te conozco de nada!!!
- Oh, si me conoces. Y acabarás recordándolo.
¿No empiezan de hecho los recuerdos a aflorar en tu mente?
- No.
- Haz un esfuerzo. Coge el sobre y ábrelo.
Quizás te ayude.
Obedeció. No
tenía ningún sentido oponerse. Alargó el brazo, cogió el sobre, y al ver que no
estaba cerrado, lo volcó directamente sobre la mesa. Cayeron tres sobres de
papel vegetal. Cada uno contenía una fotografía de tamaño mediano y estaban
numerados.
- Adelante, abre el primero. No tengas
miedo. Ya no hay vuelta atrás.
Hizo lo que
le indicaba. La foto mostraba un cadáver. Tenía un agujero de bala justo entre
las cejas. Era un hombre mayor. La foto mostraba todo su cuerpo tendido sobre
una moqueta, en lo que parecía un salón amueblado con clase, o al menos con
dinero. El hombre llevaba tan sólo un batín de seda rojo.
Cerró los
ojos y los recuerdos comenzaron a circular por su mente a cámara rápida. Pero
seguía sin poder conectarlos.. Abrió los ojos y contempló el rostro de la foto.
Al cerrarlos de nuevo sintió el primer destello. Por primera vez desde que
despertó en aquel húmedo cuarto una imagen permanecía fija en su memoria. Un
pasillo. Abrió los ojos. El rostro de aquel hombre de nuevo. Los cerró. El
mismo pasillo. Cuadros en las paredes. El pasillo está en penumbra. Si ve es
gracias a la luz que llega de la habitación que hay al fondo del corredor. Se
dirige hacia allí. Tropieza con un mueble a su izquierda. No sabe si le habrán
oído. La foto del cadáver. Y la nada.
Abre de
nuevo los ojos. Abel está observándole.
- Veo que empezamos a recordar, ¿no es
así? ¿My Friend?
- No entiendo nada. Estaba recorriendo
un pasillo…pero se ha ido. El recuerdo se ha ido de golpe.
- ¡ CONCÉNTRATE!! – gritó Abel. Le cogió
por sorpresa. Su voz ya no era serena y tranquila. – Es importante que te
concentres. Recuerda.
Cuando cerró
los ojos de nuevo estaba al final del pasillo. Justo en el umbral de la puerta
del salón. La cruzó y entró en la estancia. La televisión estaba encendida. Veía
la parte trasera de un sillón. A la izquierda de éste una mesilla sobre la que
descansaba la lámpara de la que provenía la luz que había iluminado a duras
penas su camino. El codo sobre el apoyabrazos. La mano indicaba que era un
hombre. Mayor. El brazo estaba cubierto por una manga de seda roja. Él seguía
avanzando hacia el sillón. Cuando estaba justo detrás de él, el hombre que lo
ocupaba se giró y su rostro apareció entre la lámpara y el respaldo.
Abrió los
ojos de golpe. Para encontrarse, en la foto, con el mismo rostro al que acababa
de darle la espalda.
- ¿Pero, qué coño es esto? ¿Quién es
este hombre? ¿Por qué lo recuerdo?
- Las respuestas llegarán. No sufras.
Abre el sobre número dos.
- ¡¡No!! Dime que mierda está pasando
aquí o no abriré ni un sobre más.
- No seas imbécil. ¿Crees que puedes
amenazarme? ¿Has perdido el juicio además de la memoria? Mira en qué situación
estás. No tengo prisa. Y tú no puedes ir a ningún lado. Además, no importa que
mires o no las fotos. Tarde o temprano lo recordarás todo, para eso te hemos
dado esa cápsula. Y aunque no te la hubiéramos dado, daría igual. Nadie puede
escapar a sus recuerdos.
- Entonces, ¿para qué quieres que mire
las putas fotos?
- ¿Acelerar el proceso?
- ¡¡¡Has dicho que no tenías prisa!!!
Abel dejó
escapar una estentórea carcajada.
- Bueno, el que no tenga prisa no
significa que me apetezca permanecer en este lugar mucho más tiempo de lo
estrictamente necesario. Abre. El puto. Sobre.
Cogió el
sobre número dos y extrajo la fotografía. Era otro cadáver. Esta vez una mujer.
Entre treinta y cinco y cuarenta años. Estaba tumbada en la cama boca arriba.
Desnuda. Los brazos estirados sobre la cabeza y esposados al cabezal de hierro
forjado. No tenía orificio entre las cejas. En este caso la sangre había dejado
un enorme charco en la zona de las caderas. La vagina estaba destrozada. Al
contemplar la foto sintió naúseas. Cerró los ojos. Una habitación. Grande. La
cama en la pared del fondo. Cabezal de hierro forjado. Cierra las esposas
alrededor de la muñeca izquierda. Luego de la derecha. Se desliza para
contemplar su cara. Abre los ojos. Es ella. La mujer de la foto.
- No, no, no puede ser. ¿Qué me estás
intentando decir? ¿Qué tengo algo que ver con la muerte de estas personas?
- ¿Algo que ver?
- No puede ser. Lo recordaría.
- ¿Y no lo estás haciendo?
- No, no, mierda, mierda. ¡ No puede
ser!. Es la cápsula.
- ¿En la cápsula estaban los recuerdos?
¿Qué crees qué es esto? ¿Una película de ciencia ficción?
- No sé. A lo mejor la pastilla anula
el cerebro y me habéis lavado el coco con esta mierda.
- ¡¡No seas imbécil !! Son tus
recuerdos. Te gusten o no. Te los anulamos cuando creímos conveniente y ahora
te los devolvemos. El trabajo ya está hecho. Ya no nos interesa que no
recuerdes lo que hiciste. Abre el tercer sobre.
El tercer
cadáver es también un hombre , igual que el primero. Entre cincuenta y sesenta
años. Está sentado en un sillón de cuero negro detrás de una enorme y elegante
mesa de caoba. El respaldo del sillón descansa sobre el cristal del enorme
ventanal con vistas a toda la ciudad. Como en el caso de la mujer, no hay bala
en la frente, pero si un enorme charco de sangre en la entrepierna del
caballero.
Cuando
cierra los ojos está delante de la
mesa de caoba. El hombre empuja el sillón hacia atrás con los pies en un
postrero intento de alejarse del cañón que lo apunta desde el otro lado de la
mesa.
- No me jodas. Yo no he hecho nada de
eso. – Intenta librarse de las ataduras agitándose sobre la silla. Pero es inútil
– No puede ser. ¿Por qué iba yo a matar e estas personas?
- Porque nosotros te lo pedimos.
- ¿Nosotros? ¿Y quién coño sois
vosotros?
- Ya te he dicho que eso no importa.
Nos pareciste el hombre perfecto para hacer el trabajo. Fuimos a por ti, e
hicimos lo que tuvimos que hacer para que lo realizaras.
- ¿Pero por qué yo? Ni siquiera se quién
soy. ¿Porque no logro recordar nada a parte de lo relacionado con esas malditas
fotos? ¡ No sé ni cómo me llamo.!
- No te preocupes. Es por la cápsula.
Está reactivando tus recuerdos más recientes. Pero como ya te he dicho varias
veces, acabarás recordándolo todo.
- ¿Quienes eran? ¿Por qué queríais
matarlos?
- Digamos que su existencia ya no nos
era necesaria.
- ¿Así? ¿Sin más?
- Digamos que era gente situada muy
arriba en la escala de poder, cuyas decisiones habían dejado de ser, cómo
decirlo, convenientes para el sistema.
- ¿Sistema? ¿Qué sistema? ¿De qué coño
hablas?
- El sistema del que todos, incluidos tú
y yo, formamos de alguna manera parte y que un grupo de poderosos se encarga de
controlar.
- ¿Eres tú uno de ellos?
- Ya te he dicho que no. Sólo soy un
empleado. Nada más.
- ¡Joder! No entiendo nada. Pero ¿Quienes
son? ¿Quién forma ese grupo? ¿quiénes eran estas personas? ¿por qué no consigo
recordar nada? Joder, no puedo más.
- Veo que tienes muchas preguntas. Tal
vez demasiadas. Y la verdad, no sabes hasta que punto carecen de importancia
las respuestas que buscas. No importa quienes sean. Son banqueros, políticos de
todo signo y condición, gerifaltes de la industria pesada, magnates del petróleo…da
lo mismo. Son simplemente los mismos perros con distintos collares. Gente que
ostenta poder. Los miembros cambian, pero el objetivo no varía nunca. En el
caso que nos ocupa, bueno, podríamos decir que conocer sus ocupaciones podría
causarte más sorpresa de la que imaginas. Lo que si te puedo decir, y quizás
haga que te sientas mejor es que la mujer estaba casada con el hombre mayor, y
se la pegaba con el otro. Y digamos que dicha situación comenzaba a crear
ciertas incomodidades.
- Y por eso les dispararon en los
genitales. ¿Queréis que parezca una venganza? ¿Algún tipo de crimen pasional?
Ahora la
carcajada de Abel fue mucho más larga. Se agitaba en su sillón como un
monigote.
- ¡ Pobre imbécil! No tienes ni puta
idea de qué va todo esto. No nos importa lo más mínimo lo que parezca. Estamos
seguros de que no vamos a cargar con ello.
- ¿Y me lo queréis cargar a mi? ¡Pero
yo no lo hice! Joder, ni en un millón de años. ¡Mierda! Esto es una puta
pesadilla. Escucha, Abel, o como carajo te llames. ¿Por qué iba a hacer yo algo
así? No recuerdo quién soy, pero algo dentro de mi me dice que no soy un
asesino.
- Quizás no seas un asesino. Pero matas
muy bien.
- No te creo. ¿Por qué yo?
- Por que por tu profesión tienes
acceso casi ilimitado a lugares y personas. Por que estás tan harto del sistema
como el que más, a pesar de que lo utilizas en tu propio beneficio siempre que
tienes ocasión, como casi todo el mundo. Pero sobre todo, porque te encanta el
dinero y no te importa saltarte unas cuantas reglas para conseguirlo.
- No puede ser. Me acordaría.
- ¿Y no lo has hecho?
- ¡ No! Son sólo fragmentos. En
realidad no consigo recordar nada con claridad. ¡¡No significan una mierda!! ¡¡Y
ni de coña significa que los matara!! Es una estupidez.
- Tal vez esto te convenza.
Abel lanzó
sobre la mesa otro sobre. Mismo color. Mismo tamaño. En esta ocasión estaba
cerrado. Tuvo que cogerlo y despegar la solapa. Sacó el contenido. Eran cuatro
fotografías. Esta vez no había sobres de papel vegetal que mitigaran el
impacto. En la primera foto se veía a un hombre de pie. Estaba enfocado por la
espalda, pero con un ligero ángulo
hacia la izquierda. El brazo derecho extendido. Una pistola en la mano.
Delante de él, un hombre mayor asomaba la cabeza entre el respaldo del sillón y
la lámpara de la mesilla. En la segunda se ve al mismo hombre. El ángulo es
similar. Está desnudo , arrodillado sobre una cama con cabezal de hierro
forjado. A su lado, una mujer desnuda esposada al cabezal. El hombre tiene en
su mano una pistola que introduce en la vagina de la mujer. Tercera fotografía.
El mismo hombre de nuevo. Similar ángulo de enfoque. Mesa de caoba entre el
asesino y su víctima. La cuarta fotografía es diferente. En ella aparece el
mismo hombre de las anteriores, pero en esta ocasión está junto a Abel. Un Abel
unos años más joven. Están sentados los dos sobre el capó de un Aston Martin de
color azul. Sonríen y el hombre pasa su brazo derecho por encima del hombro del
mismo caballero que tiene ahora
enfrente.
- Te dije que nos conocíamos.
- No, esto es una mierda. Es un
montaje. ¿Cómo se que ése soy yo? ¡¡No me recuerdo!!!
- ¿Quieres que te haga una foto con el
móvil y lo compruebas por ti mismo? Deja de una vez de luchar contra lo
evidente.
En realidad
sabía que tenía razón. Aunque los recuerdos continuaban sin estar claros, en su
interior sabía positivamente que no necesitaba verse en otra fotografía para
saber que era él. De la misma manera que no necesitaba recordar los asesinatos.
Sabía que había sido él. De repente fue consciente de ello. Estaba ahí.
Formaban parte de él. La certeza cayó como una losa. Debería estar revolviéndose.
Intentando desatarse. Haciendo algo para escapar a esta pesadilla. En su lugar
se abandonó . Se mantuvo inmóvil. Incapaz de actuar.
- Veo que poco a poco se te van
aclarando las ideas. Mi trabajo ha concluido. Es hora de abandonar este lugar.
Tengo otros asuntos de los que ocuparme.
- ¡¡Espera!! ¿Por qué me has obligado a
recordar? Quiero decir, si ya había hecho el trabajo….¿por qué no dejarme en la
ignorancia.? Lo habría preferido.
- Bueno, digamos que mi trabajo ha
concluido. Pero el tuyo todavía no. Necesitábamos que resultaras creíble.
- ¿Creíble? ¿Creíble para qué? ¿ A quién?
Abel no
contestó. Se limitó a saludar con la cabeza, dispuesto a dar media vuelta , dejándolo
allí, solo y sin respuestas.
- ¡¡Un momento!! Todavía no consigo
recordar quién soy. Por qué no me ayudas antes de irte.
- Te he ayudado a que recordaras lo que
me interesaba que recordaras. El resto , no es de mi incumbencia.
- Dime , al menos como me llamo…por
favor.
Abel lo miró.
Primero con desprecio. Después con condescendencia. Entonces dibujó una
sonrisa.
- ¿Por qué no? En realidad poco
importa. Te llamas Elías. Elías Bulanski.
Dicho esto,
hizo un gesto con la cabeza y el gordo se materializó delante de él, mientras
que alguien, supuso que el flaco, le agarraba los brazos por detrás. Los hijos
de puta habían estado allí todo el tiempo. Sólo tuvo tiempo de ver el pañuelo
aproximarse a sus ojos antes de que todo se volviera negro.
Cuando
despertó la luz que se filtraba por los cristales había cambiado de nuevo.
Ahora era gris .La noche se aproximaba inexorablemente. En cuanto comenzó a
disiparse el mareo se percató de que ya no estaba atado por la cintura. Tampoco
por los tobillos o las manos. Estaba libre. Miró a su alrededor para
cerciorarse de que estaba solo. No vio a nadie. Delante de él permanecían los
dos sillones . Vacíos. La mesita también seguía allí. Los sobres , sin embargo
habían desaparecido. En su lugar sobre ella se acumulaban una serie de objetos.
Un paquete de Winston con un Clipper rojo sobre él. A su lado , una pinza metálica
sujetaba un pequeño fajo de billetes. La mayoría de cincuenta euros. Sobre
ellos algunas monedas. A continuación un trozo de papel vegetal con numerosos
pliegues conteniendo un polvo blanco. Una botella de güisqui barato junto a un
vaso a medio llenar. En medio de la mesa, una cartuchera de cuero marrón, de
las que se colocan sobre los hombros, con una pistola en su interior. Un arma
semiautomática. Heckler & Koch USP. La pistola reglamentaria del cuerpo
nacional de policía. Parcialmente tapadas por la correa había tres fotografías.
Las que le mostraban empuñando el arma. Y por último, en el extremo derecho de
la mesa descansaba una cartera de cuero negro. No quería cogerla. Sin embargo
alargó el brazo y la tomó en sus manos. Era de pequeño tamaño pero abultada. La
abrió. En la parte de la izquierda brillaba una placa dorada . En la derecha un
carnet de la CNP. El rostro de la
foto era el mismo que el del hombre que empuñaba el arma en las fotografías que
había sobre la mesa.
De pronto
todo encajó. Su cerebro empezó a escupir imágenes. A conectarlas. Como en una
epifanía todo cobró sentido. Comenzó a recordar. A recordarlo todo. Y entonces
fue consciente de lo que había hecho. De quién era. De lo que era.
Dejó la
cartera sobre la mesa. Miró a su izquierda, hacia la puerta. No se había dado
cuenta. Estaba abierta y proyectaba un rectángulo de luz grisácea sobre el
suelo de cemento. Y entonces lo oyó. Al principio lejano. Pero acercándose
deprisa. Tardó un par de segundos en percatarse de lo que eran. Sirenas. Y
estaban muy cerca.
Sacó la Koch
de su funda. Extrajo el cargador. Mostró los dientes al comprobar que sólo había
una bala. Lo tenían todo bien previsto los hijos de puta. Colocó el cargador en
su sitio, se metió en la boca el cañón de la pistola y apretó al gatillo justo
en el preciso instante en el que el morro de un coche patrulla oscurecía el
rectángulo de la puerta.
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