"Estos son malos tiempos. Los hijos han dejado de obedecer a sus padres y todo el mundo escribe libros" Cicerón


miércoles, 2 de enero de 2013

Recuerda

 

Por Alex Moure

 



 “I remember now. I remember how it started.
I can’t remember yesterday.
I just remember doing what they told me.”

“Ahora recuerdo. Recuerdo cómo empezó.
No logro acordarme de ayer.
Sólo recuerdo hacer lo que me decían”

“I remember now”

                                                                                                                        OPERATION MINDCRIME  -  QUEENSRYCHE (1988)


Abrió los ojos y no pudo ver nada. Pero tenía frío y percibía un fuerte olor a humedad. No tenía ni la menor idea de donde se encontraba y sentía una aguda punzada de dolor en la parte posterior de su cabeza.  Poco a poco sus ojos fueron habituándose a la oscuridad, y como en una película desenfocada la habitación comenzó a tomar forma ante él. A su derecha le pareció distinguir unos depósitos, y las paredes de cemento estaban recorridas por lo que parecía algún tipo de tubería. El suelo en el que se encontrada tirado era también de cemento sin pulir. Sin duda era un cuarto de calderas. Tal vez algún tipo de depósito de aguas. Podía sentir la  humedad. Al incorporarse un fuerte latigazo le recorrió el costado derecho, y su cabeza empezó a palpitar. Se mareó, y por un instante pensó que no conseguiría sentarse contra la pared. Pero el mareo cesó casi de inmediato. El dolor del costado persistía y supuso que debía tener fracturada alguna costilla. Respiraba sin excesiva dificultad, aparentemente la costilla no había perforado el pulmón. – Algo es algo – pensó para sí.

Ahora podía ver casi con total claridad. El cuarto era pequeño y de cemento y tenia una caldera muy grande y otra un poco más pequeña. En el suelo se veía lo que parecía un compresor y a excepción de las tuberías que recorrían la pared, no había nada más en aquel oscuro cuarto. El compresor se puso repentinamente en marcha, con un estruendo que le sobresaltó, y fue seguido por el sonido del agua discurriendo por las tuberías. Ya no tenia ninguna duda acerca de la utilidad del lugar donde se hallaba. Pero lo que no conseguía averiguar por más que se esforzara era cómo había llegado hasta allí... ni por qué.

Forzó a su mente a recordar, pero sus recuerdos resultaban demasiado borrosos, e incluso incompletos. La imágenes se sucedían a gran velocidad en su cabeza, pero no podía trazar una línea de unión entre ellas. Con el esfuerzo, la cabeza comenzó a dolerle de verdad, se palpó allí donde sentía la punzada. Tenía el pelo mojado en esa zona y lo que parecía una herida a su tacto. No era demasiado grande, pero estaba casi seguro de que la sustancia viscosa que había tocado era sangre. Su sangre.
Decidió recostarse contra la pared y relajarse un poco. A su izquierda en la pared, vio la única puerta de esa oscura habitación. Tras un momento de duda, decidió intentar levantarse y comprobar si la puerta estaba abierta. – Quién sabe – pensó, a lo mejor con un poco se suerte...- Se levantó despacio, no quería marearse de nuevo. Sus costillas volvieron a advertirle que estaban allí, aunque llegó sin demasiado esfuerzo hasta la puerta, puso su mano en la manivela, respiro hondo y tiró de ella. La puerta  no se movió. – Era evidente – se dijo y volvió a sentarse donde estaba.
-   ¡¡ Joder, joder ¡!  ¿ Cómo carajo he llegado hasta aquí ? – La cabeza iba a estallarle, pero no conseguía recomponer sus recuerdos.

Sólo pequeños flashes, como destellos , se sucedían en su mente a una endiablada velocidad. Extrañas imágenes que su cerebro era incapaz de ordenar o conectar. Ni siquiera conseguía recordar quién era o a qué se dedicaba. ¿ Era posible que la conmoción provocada por el golpe le hubiera producido una amnesia tan profunda? Evidentemente tenía una herida en la cabeza, pero no le parecía tan grave.
Se sentía aturdido , mareado y agotado. Era tremendamente frustrante tratar de encontrar algo en una mente vacía. No conseguía ver más allá . Era todo tan confuso....

En ese momento se percató de que algo se movía en la pared de la derecha. Era una araña, no demasiado grande, que avanzaba hacia la puerta, haciendo un constante zig-zag, con admirable facilidad sorteaba las tuberías, primero por delante para desaparecer después por la parte de atrás y aparecer de nuevo, tan sólo un instante después. La cosa tenía su gracia. Allí estaba, herido y contusionado, en un oscuro y húmedo cuarto de máquinas, con la única compañía visible de una araña. No sabía cómo había acabado en aquél maldito lugar...pero lo que aún era peor, no tenia ni idea de si iba a poder salir de allí.......

......y en ese momento...la puerta se abrió.

La luz inundó el pequeño cuarto. Tuvo que taparse los ojos con las manos para mitigar el dolor que la luz producía en sus pupilas, habituadas a la oscuridad. Cuando las retiró había dos tipos delante de él. Sin demasiado esfuerzo y sin ningún miramiento por sus huesos le agarraron de las axilas y lo sacaron en volandas a través de la puerta. 
Sus ojos se resistían a permanecer abiertos. El sol que se filtraba por los cristales le impedía ver dónde se encontraba.  Parpadeó varias veces con fuerza. Vio columnas, grandes ventanales justo por debajo del techo. Basura por el suelo. Tras unos interminables segundos sus ojos se habituaron a la luz.  Justo delante de él había una silla. Los dos tipos lo tiraron en ella , le agarraron los brazos y se los ataron a las patas traseras de la silla. Después se agacharon , le ataron los dos tobillos a las patas delanteras y se colocaron detrás de él. Uno a cada lado.
Aprovechó para echar un vistazo al lugar. Era una vulgar nave industrial de un tamaño descomunal. Tendría más de doscientos metros de largo y al menos cincuenta de ancho. El techo estaba a más de veinte metros de altura. La luz se filtraba a raudales por  los ventanales que se abrían en la parte superior de las paredes. Tres hileras de columnas recorrían toda la longitud de la nave creando cuatro pasillos.
Justo frente a él había una mesa baja y detrás de ésta dos sillones de color vino. A excepción de la surrealista recreación de un salón, la nave estaba vacía. Evidentemente había sido abandonada largo tiempo atrás. A su izquierda, al fondo de la estancia vio una estructura de cemento en la esquina izquierda, supuso que debía ser el emplazamiento de las oficinas. Justo a la derecha del cubo de cemento se encontraba la única puerta del lugar , además de la del cuarto de máquinas donde había estado encerrado, aunque , aparentemente esta conducía al exterior. Calculó la distancia que le separaba de la puerta. Al menos debía haber ciento cincuenta metros , aunque tampoco es que pudiera salir pitando de allí en esos precisos momentos.
¿Qué cojones estaba pasando? ¿Qué coño hacía allí sentado? ¿De que iba el numerito del salón? ¡ Joder ¡  Le dolía la cabeza y el pecho. Y la postura no ayudaba. Los gorilas seguían allí plantados sin abrir la boca. Y él seguía sin tener ni puta idea de qué estaba pasando. Giró la cabeza todo lo que pudo e increpó al gorila de su izquierda.

-   ¿ Me vais a decir qué cojones hago aquí? ¿ Quiénes sois? ¿De qué va todo….? – No pudo completar la frase. El estallido de dolor le recorrió la mejilla como un latigazo. La violencia del golpe casi le tira de la silla. Mantuvo como pudo el equilibrio y escupió la sangre que empezaba a acumularse en su boca. Miró al hijo de puta . Aún tenía la mano cerrada . El puño americano brillaba sobre sus nudillos.
-   Vamos caballeros. No hay por qué perder la compostura. No es necesario el uso de tanta violencia.
Junto con la voz, se materializó frente a él una figura.  Era un tipo alto y con aire distinguido. Vestía un buen traje , negro, de corte clásico. Rondaba los cincuenta y se ayudaba de un bastón mientras se dirigía hacia el sillón de la derecha. Su voz grave transmitía serenidad.
-   Vamos Flaco. Estoy seguro de que nuestro amigo colaborará – dijo el caballero mientras se sentaba – no creo que sea necesario machacarle más. Cuando terminó de hablar hizo un prácticamente imperceptible gesto con la cabeza. En esta ocasión el golpe le vino de la izquierda. El puño impactó justo por debajo del ojo.  Notó como se le abría la mejilla y esta vez el golpe lo tiró  al suelo. La sangre brotaba de la carne abierta empapándole la cara. Lo agarraron y lo sentaron en la silla de nuevo. Notó como el ojo empezaba a hinchársele hasta que apenas podía mantener abierta un pequeña rendija.
El distinguido hijo de puta sonreía desde su sillón.
   Vamos Gordo – dijo – eso también iba para ti. Si seguimos golpeándole no va a acordarse de nada.
   ¿El gordo y el flaco? ¡¡No me jodas!! - le costaba hablar, el dolor de la cara era insoportable y su voz sonaba como un susurro lastimero -  ¿Qué clase de puta broma es ésta? Y no te preocupes porque no me acuerdo absolutamente de nada. ¡¡Joder!! ¡¡Ni siquiera recuerdo quién soy!!
   ¡Oh! ¿Vas a llorar? ¿Ahora vas a llorar? ¿ Después de lo que has hecho sin tan siquiera pestañear te me vas a derrumbar ahora?
   ¿Lo qué he hecho? ¿De qué mierda estás hablando? No recuerdo un mierda  ¿vale…? por favor dame algo para el dolor….me voy a desmayar…
   De verdad que lo siento “my friend”, pero no puedo darte más drogas o verdaderamente acabarás por no recordar nada de nada. Y eso, amigo mío, no nos interesa . Necesitamos que recuerdes. Que lo recuerdes todo. En realidad, si ahora mismo eres incapaz de acordarte de lo que has hecho es por las drogas que llevamos administrándote durante toda la semana.
   ¿De qué coño me estás hablando? ¡¡joder me duele como un demonio!! ¿qué drogas? ¿Quién eres?
    Quién soy no es importante. Sólo soy un humilde peón. La gente a la que represento ,sin embargo, no lo son. Son gente poderosa, la gente que controla tus designios y los míos. Los que deciden. ¿ Sus nombres?  ¿ Crees acaso que eso importa ahora? ¿Piensas que sabiendo quién te ha metido en esto vas a poder salir de aquí? Lo único importante , aquí y ahora, amigo mío , es que recuerdes.

Aquel tipo estaba empezando a ponerle nervioso. Con sus exquisitos modales y su hablar pausado y tranquilo. Y esa puñetera manía de llamarle amigo.
-   Yo no soy tu amigo, cabrón. – le espetó . Esperó un nuevo estallido de dolor ante su falta de tacto. En su lugar , alguien puso delante de él un vaso con agua y una cápsula de color azul.
-   ¿No somos amigos? ¿ Estás completamente seguro? ¿ Cómo puedes estarlo, si no eres capaz de recordar nada?
-   No me jodas….si tuviera un amigo cómo tú, estoy seguro de que lo recordaría aunque estuviera en el puto ataúd.
El honorable caballero se limitó a mirarle y sonreír.
-    Dadle la cápsula.
-   ¡ Espera! ¿Qué me estáis dando? – el gorila al que había llamado Gordo estaba intentando introducirle la dichosa pastilla por la boca. Apretó los labios con toda la fuerza de la que fue capaz, aguantando el tremendo dolor que le producía contraer las mandíbulas. Al mismo tiempo movía la cabeza de un lado a otro, en un intento desesperado. No tenía sentido. En menos de cinco segundos, el Flaco le había agarrado la cabeza, colocando sus manazas a ambos lados de la cara. Presionando sobre el corte bajo el ojo y sobre su jodida mandíbula izquierda. No tuvo más remedio que abrir la boca para gritar , y en ese momento, el Gordo le introdujo la cápsula en la boca y le echó el agua que contenía el vaso por toda la cara. El Flaco movió entonces sus manos hasta colocarlas justo por debajo de la mandíbula cerrándole la boca. La cápsula entró en su organismo sin que pudiera hacer nada por evitarlo.

En cuanto el Flaco le soltó sintió un escalofrío. Oleadas de calor que comenzaban en los pies y subían hasta la cabeza. Se estaba mareando. De nuevo el escalofrío. La oleada de calor. Y después la calma. Una infinita paz. El informe amasijo de carne que era su cara en esos momentos pareció relajarse. El dolor había desparecido. Sus hinchados labios dibujaron una pequeña sonrisa. Quería decir algo , pero su garganta no atinaba a construir las palabras. Por fin, con gran y sin embargo feliz esfuerzo consiguió hablar.
-   ¡Hey! ¿Qué eg egta miergda que me habéis dao? – articulaba las palabras como un borracho, pero él no se daba cuenta – Jiiiiiii….¡¡joer!! yo crgeo que voy un poco ciego…
-   No te preocupes – contestó una voz que le sonaba lejana, muy lejana – es sólo algo que te ayudará a recordar. Ya verás como cuando despiertes lo verás todo con una nueva perspectiva.
-   ¡Hey…genial ! – lo embargaba una extraña euforia dadas las circunstancias, pero no podía evitarlo. Lo inundaba una tremenda paz y todo le parecía perfecto…o casi – sólo egpero que la pegpectiva sea mejor que égta….- y entonces lo abrazó la nada.

Cuando abrió los ojos , la luz se filtraba de manera distinta por los ventanales, y poseía otra intensidad. No tenía idea del tiempo que había estado inconsciente. Pero varias horas seguro. Estaba mareado y sentía la cabeza embotada. Notó que la inflamación del ojo había descendido considerablemente, y ya no sentía la mejilla pegajosa. Aunque aún le dolía , era bastante soportable. Igual que la mandíbula. Notaba un constante ronroneo en la zona. Pero nada que no pudiera aguantar.
No vio al Gordo , ni al Flaco, por ningún lado.
Se dio cuenta de que le habían desatado las manos, pero no los tobillos. Y ahora tenía una cuerda alrededor de la cintura que lo ataba al respaldo de la silla y lo mantenía inmovilizado. Pero querían que tuviera las manos libres por alguna razón. No tardaría en descubrir el motivo.
La mesa baja estaba ahora mucho más cerca, y sobre ella había un sobre de color marrón. El caballero distinguido estaba sentado en el sillón de su izquierda , haciendo girar el bastón con sus dedos, mirándole. Fijamente.
-   ¿Que tal te encuentras? ¿ Mejor? ¿Un poco mareado quizás? No te preocupes, la sensación pasará en poco tiempo. ¿A qué te duele menos? Te hemos limpiado y curado un poco la herida. No queremos que pienses que somos unos animales.
-  ¿Se supone que debo estarte agradecido…cómo te llames?
-  Mi nombre también carece de importancia. Pero si quieres puedes llamarme Abel.
-  Abel. Cojonudo. Pues gracias Abel. Gracias por curarme la herida que vosotros mismos me habiáis infligido. De verdad . Te lo agradezco un montón. Y ahora ¿vas a decirme de una puta vez que coño queréis de mi?
-  Vaya, veo que estás mucho mejor. Esos estallidos de rabia concuerdan mejor con la versión que conozco de ti. De todos modos, te aconsejaría que los mantuvieras bajo control. Igual que la hemos cerrado, podemos volver a abrirla. La herida me refiero.
- ¿De qué hablas? ¿Qué versión de mi? ¡¡Yo no te conozco de nada!!!
-  Oh, si me conoces. Y acabarás recordándolo. ¿No empiezan de hecho los recuerdos a aflorar en tu mente?
-  No.
-  Haz un esfuerzo. Coge el sobre y ábrelo. Quizás te ayude.
 
Obedeció. No tenía ningún sentido oponerse. Alargó el brazo, cogió el sobre, y al ver que no estaba cerrado, lo volcó directamente sobre la mesa. Cayeron tres sobres de papel vegetal. Cada uno contenía una fotografía de tamaño mediano y estaban numerados.

-   Adelante, abre el primero. No tengas miedo. Ya no hay vuelta atrás.

Hizo lo que le indicaba. La foto mostraba un cadáver. Tenía un agujero de bala justo entre las cejas. Era un hombre mayor. La foto mostraba todo su cuerpo tendido sobre una moqueta, en lo que parecía un salón amueblado con clase, o al menos con dinero. El hombre llevaba tan sólo un batín de seda rojo.
Cerró los ojos y los recuerdos comenzaron a circular por su mente a cámara rápida. Pero seguía sin poder conectarlos.. Abrió los ojos y contempló el rostro de la foto. Al cerrarlos de nuevo sintió el primer destello. Por primera vez desde que despertó en aquel húmedo cuarto una imagen permanecía fija en su memoria. Un pasillo. Abrió los ojos. El rostro de aquel hombre de nuevo. Los cerró. El mismo pasillo. Cuadros en las paredes. El pasillo está en penumbra. Si ve es gracias a la luz que llega de la habitación que hay al fondo del corredor. Se dirige hacia allí. Tropieza con un mueble a su izquierda. No sabe si le habrán oído. La foto del cadáver. Y la nada.
Abre de nuevo los ojos. Abel está observándole.
-       Veo que empezamos a recordar, ¿no es así? ¿My Friend?
-       No entiendo nada. Estaba recorriendo un pasillo…pero se ha ido. El recuerdo se ha ido de golpe.
-      ¡ CONCÉNTRATE!! – gritó Abel. Le cogió por sorpresa. Su voz ya no era serena y tranquila. – Es importante que te concentres. Recuerda.

Cuando cerró los ojos de nuevo estaba al final del pasillo. Justo en el umbral de la puerta del salón. La cruzó y entró en la estancia. La televisión estaba encendida. Veía la parte trasera de un sillón. A la izquierda de éste una mesilla sobre la que descansaba la lámpara de la que provenía la luz que había iluminado a duras penas su camino. El codo sobre el apoyabrazos. La mano indicaba que era un hombre. Mayor. El brazo estaba cubierto por una manga de seda roja. Él seguía avanzando hacia el sillón. Cuando estaba justo detrás de él, el hombre que lo ocupaba se giró y su rostro apareció entre la lámpara y el respaldo.
Abrió los ojos de golpe. Para encontrarse, en la foto, con el mismo rostro al que acababa de darle la espalda.
-  ¿Pero, qué coño es esto? ¿Quién es este hombre? ¿Por qué lo recuerdo?
-   Las respuestas llegarán. No sufras. Abre el sobre número dos.
-  ¡¡No!! Dime que mierda está pasando aquí o no abriré ni un sobre más.
-   No seas imbécil. ¿Crees que puedes amenazarme? ¿Has perdido el juicio además de la memoria? Mira en qué situación estás. No tengo prisa. Y tú no puedes ir a ningún lado. Además, no importa que mires o no las fotos. Tarde o temprano lo recordarás todo, para eso te hemos dado esa cápsula. Y aunque no te la hubiéramos dado, daría igual. Nadie puede escapar a sus recuerdos.
-   Entonces, ¿para qué quieres que mire las putas fotos?
-   ¿Acelerar el proceso?
-   ¡¡¡Has dicho que no tenías prisa!!!
 Abel dejó escapar una estentórea carcajada.
-   Bueno, el que no tenga prisa no significa que me apetezca permanecer en este lugar mucho más tiempo de lo estrictamente necesario. Abre. El puto. Sobre.

Cogió el sobre número dos y extrajo la fotografía. Era otro cadáver. Esta vez una mujer. Entre treinta y cinco y cuarenta años. Estaba tumbada en la cama boca arriba. Desnuda. Los brazos estirados sobre la cabeza y esposados al cabezal de hierro forjado. No tenía orificio entre las cejas. En este caso la sangre había dejado un enorme charco en la zona de las caderas. La vagina estaba destrozada. Al contemplar la foto sintió naúseas. Cerró los ojos. Una habitación. Grande. La cama en la pared del fondo. Cabezal de hierro forjado. Cierra las esposas alrededor de la muñeca izquierda. Luego de la derecha. Se desliza para contemplar su cara. Abre los ojos. Es ella. La mujer de la foto.
-   No, no, no puede ser. ¿Qué me estás intentando decir? ¿Qué tengo algo que ver con la muerte de estas personas?
-   ¿Algo que ver?
-   No puede ser. Lo recordaría.
-   ¿Y no lo estás haciendo?
-   No, no, mierda, mierda. ¡ No puede ser!. Es la cápsula.
-   ¿En la cápsula estaban los recuerdos? ¿Qué crees qué es esto? ¿Una película de ciencia ficción?
-   No sé. A lo mejor la pastilla anula el cerebro y me habéis lavado el coco con esta mierda.
-   ¡¡No seas imbécil !! Son tus recuerdos. Te gusten o no. Te los anulamos cuando creímos conveniente y ahora te los devolvemos. El trabajo ya está hecho. Ya no nos interesa que no recuerdes lo que hiciste. Abre el tercer sobre.

El tercer cadáver es también un hombre , igual que el primero. Entre cincuenta y sesenta años. Está sentado en un sillón de cuero negro detrás de una enorme y elegante mesa de caoba. El respaldo del sillón descansa sobre el cristal del enorme ventanal con vistas a toda la ciudad. Como en el caso de la mujer, no hay bala en la frente, pero si un enorme charco de sangre en la entrepierna del caballero.
Cuando cierra los ojos está  delante de la mesa de caoba. El hombre empuja el sillón hacia atrás con los pies en un postrero intento de alejarse del cañón que lo apunta desde el otro lado de la mesa.
-   No me jodas. Yo no he hecho nada de eso. – Intenta librarse de las ataduras agitándose sobre la silla. Pero es inútil – No puede ser. ¿Por qué iba yo a matar e estas personas?
-       Porque nosotros te lo pedimos.
-       ¿Nosotros? ¿Y quién coño sois vosotros?
-       Ya te he dicho que eso no importa. Nos pareciste el hombre perfecto para hacer el trabajo. Fuimos a por ti, e hicimos lo que tuvimos que hacer para que lo realizaras.
-       ¿Pero por qué yo? Ni siquiera se quién soy. ¿Porque no logro recordar nada a parte de lo relacionado con esas malditas fotos? ¡ No sé ni cómo me llamo.!
-       No te preocupes. Es por la cápsula. Está reactivando tus recuerdos más recientes. Pero como ya te he dicho varias veces, acabarás recordándolo todo.
-       ¿Quienes eran? ¿Por qué queríais matarlos?
-       Digamos que su existencia ya no nos era necesaria.
-       ¿Así? ¿Sin más?
-       Digamos que era gente situada muy arriba en la escala de poder, cuyas decisiones habían dejado de ser, cómo decirlo, convenientes para el sistema.
-       ¿Sistema? ¿Qué sistema? ¿De qué coño hablas?
-       El sistema del que todos, incluidos tú y yo, formamos de alguna manera parte y que un grupo de poderosos se encarga de controlar.
-       ¿Eres tú uno de ellos?
-       Ya te he dicho que no. Sólo soy un empleado. Nada más.
-       ¡Joder! No entiendo nada. Pero ¿Quienes son? ¿Quién forma ese grupo? ¿quiénes eran estas personas? ¿por qué no consigo recordar nada? Joder, no puedo más.
-       Veo que tienes muchas preguntas. Tal vez demasiadas. Y la verdad, no sabes hasta que punto carecen de importancia las respuestas que buscas. No importa quienes sean. Son banqueros, políticos de todo signo y condición, gerifaltes de la industria pesada, magnates del petróleo…da lo mismo. Son simplemente los mismos perros con distintos collares. Gente que ostenta poder. Los miembros cambian, pero el objetivo no varía nunca. En el caso que nos ocupa, bueno, podríamos decir que conocer sus ocupaciones podría causarte más sorpresa de la que imaginas. Lo que si te puedo decir, y quizás haga que te sientas mejor es que la mujer estaba casada con el hombre mayor, y se la pegaba con el otro. Y digamos que dicha situación comenzaba a crear ciertas incomodidades.
-       Y por eso les dispararon en los genitales. ¿Queréis que parezca una venganza? ¿Algún tipo de crimen pasional?
Ahora la carcajada de Abel fue mucho más larga. Se agitaba en su sillón como un monigote.
-       ¡ Pobre imbécil! No tienes ni puta idea de qué va todo esto. No nos importa lo más mínimo lo que parezca. Estamos seguros de que no vamos a cargar con ello.
-       ¿Y me lo queréis cargar a mi? ¡Pero yo no lo hice! Joder, ni en un millón de años. ¡Mierda! Esto es una puta pesadilla. Escucha, Abel, o como carajo te llames. ¿Por qué iba a hacer yo algo así? No recuerdo quién soy, pero algo dentro de mi me dice que no soy un asesino.
-       Quizás no seas un asesino. Pero matas muy bien.
-       No te creo. ¿Por qué yo?
-       Por que por tu profesión tienes acceso casi ilimitado a lugares y personas. Por que estás tan harto del sistema como el que más, a pesar de que lo utilizas en tu propio beneficio siempre que tienes ocasión, como casi todo el mundo. Pero sobre todo, porque te encanta el dinero y no te importa saltarte unas cuantas reglas para conseguirlo.
-       No puede ser. Me acordaría.
-       ¿Y no lo has hecho?
-       ¡ No! Son sólo fragmentos. En realidad no consigo recordar nada con claridad. ¡¡No significan una mierda!! ¡¡Y ni de coña significa que los matara!! Es una estupidez.
-       Tal vez esto te convenza.

Abel lanzó sobre la mesa otro sobre. Mismo color. Mismo tamaño. En esta ocasión estaba cerrado. Tuvo que cogerlo y despegar la solapa. Sacó el contenido. Eran cuatro fotografías. Esta vez no había sobres de papel vegetal que mitigaran el impacto. En la primera foto se veía a un hombre de pie. Estaba enfocado por la espalda, pero con un ligero ángulo  hacia la izquierda. El brazo derecho extendido. Una pistola en la mano. Delante de él, un hombre mayor asomaba la cabeza entre el respaldo del sillón y la lámpara de la mesilla. En la segunda se ve al mismo hombre. El ángulo es similar. Está desnudo , arrodillado sobre una cama con cabezal de hierro forjado. A su lado, una mujer desnuda esposada al cabezal. El hombre tiene en su mano una pistola que introduce en la vagina de la mujer. Tercera fotografía. El mismo hombre de nuevo. Similar ángulo de enfoque. Mesa de caoba entre el asesino y su víctima. La cuarta fotografía es diferente. En ella aparece el mismo hombre de las anteriores, pero en esta ocasión está junto a Abel. Un Abel unos años más joven. Están sentados los dos sobre el capó de un Aston Martin de color azul. Sonríen y el hombre pasa su brazo derecho por encima del hombro del mismo caballero que tiene ahora  enfrente.
-       Te dije que nos conocíamos.
-       No, esto es una mierda. Es un montaje. ¿Cómo se que ése soy yo? ¡¡No me recuerdo!!!
-       ¿Quieres que te haga una foto con el móvil y lo compruebas por ti mismo? Deja de una vez de luchar contra lo evidente.

En realidad sabía que tenía razón. Aunque los recuerdos continuaban sin estar claros, en su interior sabía positivamente que no necesitaba verse en otra fotografía para saber que era él. De la misma manera que no necesitaba recordar los asesinatos. Sabía que había sido él. De repente fue consciente de ello. Estaba ahí. Formaban parte de él. La certeza cayó como una losa. Debería estar revolviéndose. Intentando desatarse. Haciendo algo para escapar a esta pesadilla. En su lugar se abandonó . Se mantuvo inmóvil. Incapaz de actuar.
-       Veo que poco a poco se te van aclarando las ideas. Mi trabajo ha concluido. Es hora de abandonar este lugar. Tengo otros asuntos de los que ocuparme.
-       ¡¡Espera!! ¿Por qué me has obligado a recordar? Quiero decir, si ya había hecho el trabajo….¿por qué no dejarme en la ignorancia.? Lo habría preferido.
-       Bueno, digamos que mi trabajo ha concluido. Pero el tuyo todavía no. Necesitábamos que resultaras creíble.
-       ¿Creíble? ¿Creíble para qué? ¿ A quién?

Abel no contestó. Se limitó a saludar con la cabeza, dispuesto a dar media vuelta , dejándolo allí, solo y sin respuestas.
-       ¡¡Un momento!! Todavía no consigo recordar quién soy. Por qué no me ayudas antes de irte.
-       Te he ayudado a que recordaras lo que me interesaba que recordaras. El resto , no es de mi incumbencia.
-       Dime , al menos como me llamo…por favor.

Abel lo miró. Primero con desprecio. Después con condescendencia. Entonces dibujó una sonrisa.
-       ¿Por qué no? En realidad poco importa. Te llamas Elías. Elías Bulanski.

Dicho esto, hizo un gesto con la cabeza y el gordo se materializó delante de él, mientras que alguien, supuso que el flaco, le agarraba los brazos por detrás. Los hijos de puta habían estado allí todo el tiempo. Sólo tuvo tiempo de ver el pañuelo aproximarse a sus ojos antes de que todo se volviera negro.

Cuando despertó la luz que se filtraba por los cristales había cambiado de nuevo. Ahora era gris .La noche se aproximaba inexorablemente. En cuanto comenzó a disiparse el mareo se percató de que ya no estaba atado por la cintura. Tampoco por los tobillos o las manos. Estaba libre. Miró a su alrededor para cerciorarse de que estaba solo. No vio a nadie. Delante de él permanecían los dos sillones . Vacíos. La mesita también seguía allí. Los sobres , sin embargo habían desaparecido. En su lugar sobre ella se acumulaban una serie de objetos. Un paquete de Winston con un Clipper rojo sobre él. A su lado , una pinza metálica sujetaba un pequeño fajo de billetes. La mayoría de cincuenta euros. Sobre ellos algunas monedas. A continuación un trozo de papel vegetal con numerosos pliegues conteniendo un polvo blanco. Una botella de güisqui barato junto a un vaso a medio llenar. En medio de la mesa, una cartuchera de cuero marrón, de las que se colocan sobre los hombros, con una pistola en su interior. Un arma semiautomática. Heckler & Koch USP. La pistola reglamentaria del cuerpo nacional de policía. Parcialmente tapadas por la correa había tres fotografías. Las que le mostraban empuñando el arma. Y por último, en el extremo derecho de la mesa descansaba una cartera de cuero negro. No quería cogerla. Sin embargo alargó el brazo y la tomó en sus manos. Era de pequeño tamaño pero abultada. La abrió. En la parte de la izquierda brillaba una placa dorada . En la derecha un carnet de la CNP.  El rostro de la foto era el mismo que el del hombre que empuñaba el arma en las fotografías que había sobre la mesa.
De pronto todo encajó. Su cerebro empezó a escupir imágenes. A conectarlas. Como en una epifanía todo cobró sentido. Comenzó a recordar. A recordarlo todo. Y entonces fue consciente de lo que había hecho. De quién era. De lo que era.
Dejó la cartera sobre la mesa. Miró a su izquierda, hacia la puerta. No se había dado cuenta. Estaba abierta y proyectaba un rectángulo de luz grisácea sobre el suelo de cemento. Y entonces lo oyó. Al principio lejano. Pero acercándose deprisa. Tardó un par de segundos en percatarse de lo que eran. Sirenas. Y estaban muy cerca.
Sacó la Koch de su funda. Extrajo el cargador. Mostró los dientes al comprobar que sólo había una bala. Lo tenían todo bien previsto los hijos de puta. Colocó el cargador en su sitio, se metió en la boca el cañón de la pistola y apretó al gatillo justo en el preciso instante en el que el morro de un coche patrulla oscurecía el rectángulo de la puerta.

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